Evitando el dolor


Seguro que en más de una ocasión habéis deseado no sentir dolor: cada vez que os quemáis sacando la pizza del horno, o cuando os viene la regla o cuando os dan un golpe. La verdad es que si nos fijamos, nos daremos cuenta de que a lo largo del día, nos duele algo en bastantes ocasiones (a unos más que a otros), lo que pasa que la mayoría de las veces son dolores leves y que se pasan pronto.

Quizás haya alguien que mantenga todavía que el dolor es una inutilidad y que ABAJO EL DOLOR. En esta entrada os quiero explicar un poco cómo se produce el dolor, para qué sirve, y lo más importante, qué pasaría si no sintiéramos dolor (y cómo conseguirlo). Así que vamos a empezar desmontando algunos mitos.





Acerca del dolor

En primer lugar, hay que saber que el dolor es uno de los mecanismos de defensa más importantes del cuerpo, ya que avisa al cerebro de cuando hay algo dañando al cuerpo. Nosotros captamos el dolor mediante unas terminaciones nerviosas llamadas nociceptores, que responden a diferentes tipos de estímulos, como mecánicos, térmicos o químicos. Cuando los nociceptores reciben un estímulo potencialmente dañino, transmiten una señal al cerebro (o a la médula en el caso de los arcos reflejos, como quitar la mano al quemarnos) y estos hacen lo posible para evitar el estímulo y que así no se produzca daño en los tejidos.

Podemos encontrar los nociceptores distribuidos por la piel, en algunos órganos internos y en la superficie de los huesos. Efectivamente, las zonas que nos suelen doler: huesos tras un golpe, piel con roces o quemazos, la tripa, la garganta…etc. Sin embargo, y contrariamente a lo que mucha gente cree, el cerebro no tiene nociceptores. Alguno estará diciendo “eh, eh, eh, que a mí la cabeza me duele.” Lo sé, a mí también. Esto se debe a que, aunque el cerebro no tenga nociceptores, sí los tienen otros tejidos adyacentes, como por ejemplo las meninges, que son las que nos dan el dolor de cabeza. En resumen, que no confundáis el dolor de cabeza con el dolor de cerebro.

Las personas normales sentimos dolor gracias a estos nociceptores. Sí es verdad que unos tienen el umbral del dolor más alto que otros, pero es similar a lo que pasa con otros sentidos. Sin embargo, hay personas que por alguna anomalía no sienten dolor. Una de estas enfermedades es la llamada analgesia congénita, que es muy rara (solo afecta a una persona de cada millón) e impide que las personas que la padecen sientan dolor.

Cuando no existe el dolor...

La analgesia congénita es un desorden genético en el que las mutaciones en un gen provocan fallos en una proteína, que causan que los nociceptores no puedan transmitir el dolor a los centros nerviosos centrales, como el cerebro. Si os acordáis de lo que os conté sobre mutaciones, veréis los efectos que puede causar la mutación en una sola base.

Esta enfermedad es difícil de detectar y causa bastantes problemas en niños pequeños (y no tan pequeños.) Para empezar, hay que tener mucho cuidado con ellos, porque al no sentir dolor, tienen tendencia a autolesionarse. Por ejemplo, cuando empiezan a salirles los dientes se muerden la lengua, también se hurgan en las heridas o se hacen daño y no se dan cuenta.

Como podréis imaginar, esto es muy peligroso, porque el dolor sirve precisamente para evitar daños. No es un capricho, por supuesto. Por tanto, los padres tienen que estar mucho más atentos con sus hijos, ya que ellos mismos no van a entender por qué no pueden meter la mano en agua hirviendo o por qué no pueden pegarle patadas a la pared. Según el testimonio de un padre “intentar explicarle a un niño con analgesia los peligros de sentir dolor es como describirle los colores a un ciego.”

Cuando el niño fuera más mayor, se le podría explicar, pero mientras fuera pequeño habría que estar continuamente pendiente para que no se hiciera daño, porque sería peligroso para él aunque no pudiera sentirlo. Podéis leer el testimonio completo de unos padres en este enlace. En este otro enlace podéis leer la experiencia de un enfermo, Steve, que cuenta que aunque de pequeño tuvo muchas lesiones, de adulto está acostumbrado a vigilar su cuerpo y ya apenas sufre accidentes.

Dicho esto ¿os apuntaríais a no sentir dolor? Yo lo tengo claro: ni aunque me pagaran. Para empezar, por todos los problemas que sufres de pequeño y que te pueden acarrear consecuencias graves de adulto (se ha comprobado que muchos enfermos de analgesia congénita sufren más complicaciones relacionadas con fracturas, y otros problemas como escoliosis, osteomielitis…etc.)

Además, ya de mayor, también tienes que tener cuidado con las posibles enfermedades. Muchas se detectan por el dolor que causan, como apendicitis o infecciones,  entre otras muchas. Es decir, estás en peligro constante, porque cuando te detectan una enfermedad en un análisis de rutina, puede ser demasiado tarde.

Por otro lado, podría ocurrir que una persona en una determinada situación necesitara no sentir dolor. Pensad en el caso de personas que se dedican a tareas físicas extremas como soldados o bomberos e imaginad las ventajas que les supondría no sentir dolor.

Técnicamente, esto podría conseguirse. En primer lugar, lo más sencillo sería producir las mutaciones en el embrión antes de que se desarrollara. Ya os expliqué cómo se podría hacer esto en la entrada que hice sobre mutaciones (que podéis leer aquí), pero lo recuerdo por si acaso.

Lo primero que habría que conseguir es localizar exactamente el gen que va a causar la mutación y ver los nucleótidos que se han cambiado. Esto no es complicado y posiblemente los trabajos sobre el tema ya están disponibles en Internet. En segundo lugar habría que modificar este gen en el cigoto*, después insertaríamos en un óvulo sano y nueve meses más tarde tendríamos uno de esos molestos bebés que se comen la lengua y sangran sin enterarse.

*Un cigoto es la unión de gametos, del óvulo y del espermatozoide, vaya. Es la primera célula de la que saldrá el ser vivo entero. Es obvio que si queremos modificar algo tenemos que hacerlo ahí, para que todas las células que surjan de ella lleven la mutación. De nada nos sirve que solo un 25% estén mutadas.

Es cierto que habría que ser mucho más cuidadosos con estos bebés para que no sufrieran lesiones de pequeños, porque de nada nos sirve un soldado que no puede caminar, por mucho que no sienta el dolor. Pero después, ya de adultos, podrían funcionar como una persona normal y corriente (pero con muchas visitas al médico.)

Foto de un pequeño con analgesia congénita. Está hecho un pupas.

Es fácil ver las ventajas que tendría un ejército de personas inmunes al dolor. En primer lugar, podrían llegar a ser más fuertes y resistentes: no habría agujetas, ni dolor muscular. En segundo lugar, en situaciones extremas los golpes, las quemaduras y los cortes no impedirán al soldado completar su tarea: primero terminará lo que tenga que hacer y después se irá a la enfermería. Por otro lado, nos ahorramos los desmayos que se pueden sufrir debidos al dolor, las quejas, y hasta las anestesias si nos apetece.

Además, hay algo en lo que quizás no hayáis pensado: la gente que no siente dolor no puede tener miedo al dolor. Esto es una ventaja enorme para muchas cosas, aunque creo que para nosotros es difícil hacernos una idea de lo arraigado que tenemos el miedo al dolor (sobre todo cuando imaginamos dolores muy intensos.)

Imaginad un ejército de personas inmunes al dolor. Serían todos humanos modificados genéticamente, quizás gestados en un útero artificial y criados todos juntos con las máximas medidas de seguridad y vigilancia para que no se lesionaran. Y bueno, la inmunidad al dolor no sería la única modificación que se les podría dar (aunque hoy no me voy a meter en ese tema, que ya hablé bastante de él en mi entrada sobre mutaciones.)

Imaginad también un ejército así luchando contra los monstruos de la radiación que hay en la Tierra tras un futuro postapocalíptico, o contra lo que sea. Imaginad una carrera como la espacial pero en vez de con cohetes, con superhumanos. Imaginad a los superguerreros que podrían salir de todo esto.

Soluciones más light

Bueno, creo que me estoy saliendo un poco del tema, pero quiero plantear una última cuestión. Habrá quien pueda decirme “lo de que un guerrero no sufra dolor está muy bien, pero ¿no hay una solución que no pase por modificarle genéticamente?”

Podría ser, efectivamente. El centro del cerebro encargado del dolor se ha encontrado ya, después de diversos escáneres a pacientes, y de hecho, se ha llegado a sugerir que cambiando la actividad de este centro se pudiera ayudar a pacientes con dolores que no responden al tratamiento.

Hoy en día quizás estemos algo lejos de conseguirlo sin riesgo, ya que, como sabréis, el cerebro es una de las zonas más difíciles de estudiar. Sin embargo, no es descabellado pensar que muchos dolores puedan aliviarse de esta manera, que posiblemente requiriera una cirugía (aunque con las nuevas técnicas médicas, eso está a un paso de dejar de ser un problema).

Esta operación también podría sustituir a la modificación genética que os he explicado antes, si pudiera llegar a eliminar el dolor por completo. Tiene la ventaja de que se puede hacer en cualquier momento de la vida, pero la desventaja de que es más complicada (aunque no os lo creáis, generar una mutación es relativamente sencillo). Por otro lado, si se pudiera conseguir cambiar la sensación de dolor intenso por una de leve molestia, sería un enorme avance, ya que el dolor no nos incapacitaría, pero si cumpliría la función de avisar del daño en los tejidos.

Y ahora ya solo me queda hablaros de los antiinflamatorios. Igual aquí hay alguno pensando “pues menuda chorrada, Ibuprofeno y ya está”. Bien, antes he dicho que los nociceptores responden a estímulos químicos, entre otros. Uno de estos estímulos químicos son las prostaglandinas, moléculas responsables del dolor y la inflamación (entre otras funciones). Los antiinflamatorios, como el ibuprofeno o el naproxeno, inhiben a la enzima que fabrica las prostaglandinas, disminuyendo así la inflamación y el dolor.

Sin embargo, todo el que haya tomado antiinflamatorios alguna vez sabe que tienen sus puntos débiles. En primer lugar, no son efectivos contra dolores muy fuertes, ni contra todos los tipos de dolor. Vamos, que no hacen milagros. Y en segundo, tienen efectos secundarios, sobre todo en el estómago ya que las prostaglandinas también se encargan de mantener la mucosa que lo recubre. Si alguna vez os han dicho que el ibuprofeno en ayunas os puede acabar causando una úlcera de estómago, sabed que es verdad y que este es el motivo. Sí que es cierto que se han probado medicamentos antiinflamatorios que eliminan el dolor pero no actúan sobre las prostaglandinas del estómago, pero han tenido muy poco éxito, porque sus efectos secundarios eran realmente peligrosos.

 Esquemita del mecanismo de acción del ibuprofeno. Foto del blog NutrAllud.



Bueno, pues creo que hasta aquí todo lo que os quería contar. Como veis, el dolor y las formas de evitarlo son un tema que realmente puede dar mucho juego. Si tenéis alguna duda o lo que sea, preguntad en comentarios y espero poder responderla. Y ya sabéis, si os ha gustado, dejadme un comentario y compartid, que es gratis :D

Raquel Alonso

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