Hoy he decidido hablaros de un truco de magia tan antiguo como la propia humanidad: la psicoquinesia, o el arte de controlar cosas con la mente.
"Espera, espera, espera ¿esto no es ciencia?"
En efecto, lo es, porque lo que nos va a permitir mover objetos solo pensando en ello no van a ser precisamente poderes mágicos de mentalista, sino los avances en tecnología que se están produciendo. Pero vayamos por partes.
Desde siempre, en la televisión sobre todo, se ha visto la psicoquinesia como ese poder que tiene un señor vestido raro y que es capaz de doblar cucharillas, mover vasos de plástico por la mesa y levantar servilletas. Y yo siempre me he preguntado ¿para qué quieres hacer eso?¿No sería mejor algo más útil como cepillarte los dientes con la mente, hacer la cama a distancia o limpiar desde el sofá? Así, como duda existencial.
La psicoquinesia de la que os quiero hablar hoy se parece más a eso: a una forma de facilitarnos la vida, de conseguir las cosas con menos esfuerzo y, si me lo permitís, acercarnos más a ese concepto de magos o dioses que tenemos. Así que vamos a empezar.
La mayoría de los avances en psicoquinesia hoy en día se han producido intentando crear herramientas para que los tetrapléjicos o paralíticos puedan realizas tareas sencillas, como por ejemplo dar órdenes a un robot o mover un brazo mecánico. Con este objetivo en mente se han conseguido cosas que parecen de ciencia ficción, pero que, sin embargo, aún están lejos de ser la verdadera magia.
¿Cómo funciona?
Antes de empezar, os diré que hay dos formas de llevar a cabo la psicoquinesia (la voy a llamar así durante todo el artículo aunque no suene muy serio). La primera es mediante encefalograma, donde damos las órdenes con pautas de pensamiento y la segunda es mediante un chip en el cerebro que está conectado a aquello que queremos manejar.
Encefalograma
Esta técnica se basa en que, al igual que somos capaces de producir una serie de señales nerviosas que nos llevan a levantar un brazo, también somos capaces de producir otro tipo de pautas cerebrales.
Para empezar, consistiría en conectar a una persona a un dispositivo de encefalograma (no es invasivo pero los cables en la cabeza no es que sean lo más bonito del mundo). El sujeto pensaría y podría ver en una pantalla las pautas que está creando. Entonces, con un poco de entrenamiento (que los científicos llaman biorretroalimentación) sería capaz de controlar con el pensamiento esas pautas y de crear unas u otras según quisieran. Luego, todo sería tan fácil como asociar cada pauta o conjunto de pautas específicas a una orden concreta y ¡tachán! Estamos haciendo magia.
Con este método se ha logrado enseñar a gente a manejar su silla de ruedas, encender y apagar interruptores, escribir... Y también a monos a manejar brazos robóticos, lo creáis o no.
A pesar de que tiene una ventaja muy obvia y es que es un procedimiento no invasivo (que no te tienes que operar para usarlo) y no definitivo, la gran desventaja es que entrenarse para leer y transformar su propio encefalograma era en tedioso y difícil para muchos. Es decir, cuesta tiempo acostumbrarse a los patrones de pensamiento que crean esas pautas y aprender a crearlos correctamente. Sin haberlo probado nunca, yo quizás lo asemejaría a intentar mover un nuevo órgano o quizás a aprender una actividad totalmente diferente. Otro problema es la necesidad de un casco de electrodos, aunque en el futuro esto no será un problema, ya que probablemente los electrodos sean diminutos y no requieran tanta parafernalia para trabajar.
Aún así, los avances continúan para solucionar los problemas y se han logrado cosas que hace décadas parecerían brujería. Por un lado, unos científicos de la Universidad de Zaragoza llevaron a cabo en 2009 un experimento en el que un ingeniero que se encontraba en Japón usó su cerebro para que un robot se moviera por los pasillos de la facultad en España. También en Japón se ha logrado que personas conectadas a un casco de encefalograma movieran al simpático ASIMO. En estos casos, lo que se hizo fue estudiar las señales que producía un sujeto, por ejemplo, al mover la mano y después, relacionarlas con órdenes al robot. Por tanto, cada vez que el sujeto pensaba en levantar la mano derecha, ASIMO la levantaba por él. Es decir, el aparato de encefalograma interpretaba los pensamientos del sujeto y se los enviaba directamente al robot, que los ejecutaba. En este vídeo se explica todo el proceso.
Como mencionan en el vídeo, con esta la tecnología BMI (Brain-Machine Interface) no hacen falta ni chips dentro del cerebro ni un aprendizaje previo, sino que más bien se decodifican las señales cerebrales y se programa al robot para que responda a ellas. Quizás sea algo más limitado, pero mucho más fácil de usar.
Chip cerebral
Este otro método ha sido el detonante de algunos experimentos más precisos. Lo que se hizo al principio fue introducir en el cerebro de un paciente paralizado una cuenta de vidrio conectada a un cable, que a su vez se conectaba a un ordenador. Así, el paciente, pensando ciertas ideas podía mandar las señales por el cable y aprender a utilizar el ordenador normalmente.
Sin embargo, el mayor avance que se ha hecho en este campo ha sido el Brain Gate, que consiste en un chip de silicio de 4mm que contiene 100 electrodos. Está insertado en la zona que coordina la actividad motora y manda las señales que se producen ahí mediante unos cables a un amplificador primero y después a un ordenador que traduce las pautas a movimientos mecánicos.
El creador de Brain Gate fue John Donoghue, un hombre que sufrió una enfermedad degenerativa y que por ello sentía un interés especial en que este tipo de técnicas se desarrollaran lo más posible. Y lo consiguió, ya que en el momento en que lo sacó al mercado demostró que el proceso de aprendizaje con el Brain Gate era mucho más corto que con el encefalograma (aunque con los avances actuales se han reducido mucho en general).
Se ha planteado también incluir chips en otras áreas del cerebro que sean capaces de hacer la misma función pero aplicada a otras actividades, para que así otros órganos y apéndices puedan ser activados solo con el pensamiento, aunque de momento se sigue trabajando en ello.
Como habréis podido suponer, las dos desventajas principales de este procedimiento son dos: la primera es que se trata de una técnica invasiva, es decir, que tienes que pasar por cirugía. La segunda es que los materiales sobresaldrían del cráneo para conectar con el amplificador. Si a la gente le gusta pisarte cuando llevas zapatillas nuevas no me imagino lo que tiene que ser eso.
Matt Nagle, el primero que usó Brain Gate. |
Sin embargo, las soluciones a estos dos problemas están cerca. En primer lugar, las cirugías son cada vez más seguras y lo que hace unos años era impensable ahora es el día a día. Dentro de no mucho no supondrá ningún riesgo someterte a una operación para implantarte un chip, igual que no es (apenas) peligroso operarte de miopía o depilarte con láser. Por otro lado, se está estudiando la posibilidad de hacer inalámbrico el chip, de tal manera que no hagan falta cables, lo que lo haría mucho más cómodo y seguro.
¿Cuál es mejor?
No te voy a mentir, no lo sé. Por lo que he estado viendo, ambas tienen sus detractores y seguidores, pero no puedo saber por cuál nos acabaremos decantando. ¿Preferiremos operarnos antes que usar el encefalograma?¿Cuál demostrará ser más eficaz?
Eso es algo que habrá que ver en el futuro, y seremos nosotros (o nuestros hijos, quién sabe) los que decidamos con cuál nos quedamos. O igual al final no triunfa ninguno, porque me consta que hay por ahí inventos muy chachis que no han triunfado porque somos unos SOSOS (y que mejor no mencionaré por si las moscas).
Por último, estos dos métodos comparten un inconveniente y es el gran tamaño de las máquinas necesarias para leer los patrones cerebrales. Sin embargo, eso es un problema HOY. Quizás no hayáis reparado en que cada día podemos poner más potencia en menos espacio y que los ordenadores que antes cabían en una habitación entera eran menos potentes que nuestros smartphones ahora. La Ley de Moore, amigos.*
Así que no es difícil imaginar que en el futuro todos estos ordenadores necesarios para mover cosas con la mente los llevemos integrados en la ropa, en los objetos cotidianos... De tal forma que ni siquiera nos demos cuenta de que existen
¿Para qué nos serviría?
Vale, muy bien. Ya hemos visto cómo funciona la psicoquinesis, al menos en teoría. Veamos ahora para qué nos puede servir.
De momento, estos poderes súbitamente adquiridos solo nos permitirían mover (o controlar, más bien) cosas previamente preparadas para ello, pero no seríamos en ningún caso Caballeros jedi (ni sith) usando la fuerza. No podríamos mover a otra persona, ni podríamos mover a animales, ni en general a nada que no estuviera programado para moverse con nuestras órdenes cerebrales. Esto es una gran desventaja, sí, pero igualmente seríamos magos (como esos que solo pueden doblar sus propias cucharillas).
Casi, pero esto no. |
Si se popularizara la psicoquinesia, los objetos programados para responder a nosotros surgirían como setas. Probablemente llegue un momento en el que los objetos de nuestra vida cotidiana respondan a nuestros pensamientos, y esto será normal aunque ahora parezca impensable (pensad, si no, cómo se habrían tomado hace unos años que todo el mundo pudiera abrir el coche con un mando a distancia). Por ejemplo, podremos abrir la puerta al más puro estilo de Ali Babá, podremos cambiar los canales de televisión sin el mando, subir y bajar la calefacción y el aire acondicionado, controlar las luces, las persianas, los grifos... Es decir, gran parte de los movimientos simples que hacemos ahora sin apenas darnos cuenta serían sustituidos por la casa en sí misma, que obedecería a nuestras órdenes.
Esto también me lleva a hablar de los exoesqueletos, que son una especie de armazones con la forma del cuerpo que hasta ahora se han planteado para personas paralíticas. La idea es muy simple: si hemos conseguido que un paralítico mueva un brazo con el poder de su mente ¿por qué no "ponerle" ese brazo? Así, las personas paralíticas podrían ir vestidas con este exoesqueleto que les ayudara a andar y a moverse.
Además, esta misma idea nos serviría también para construir robots que hicieran trabajos peligrosos por nosotros de una forma mucho más sencilla que ahora. Lo único que habría que hacer sería programar el robot para que respondiese a las órdenes de un operario, que puede moverlo simplemente con pensar en ello, igual que en la película de Avatar, pero con robots en lugar de Naavis.
Así se salvarían muchas vidas, se podría acceder a lugares que hasta ahora nos estaban restringidos y hacer tareas difíciles o extremas con mucha más precisión que ahora. Un robot no va a verse impedido por el humo cuando tenga que rescatar víctimas de un incendio, ni le tiembla el pulso a la hora de hacer cualquier tarea fina y además puede llegar a ser más fuerte, rápido y resistente que cualquier humano.
Como vemos, esta tecnología podría estar en cualquier parte, desde Marte a los fondos del océano y no podemos llegar a imaginar cómo va a cambiar nuestro día a día.
Y bien ¿de qué nos sirve eso a los escritores?
En realidad, creo que la verdadera pregunta es "¿de qué no nos sirve?". En primer lugar, si estás pensando en una novela ambientada en el futuro, tienes que tener en cuenta que la psicoquinesia puede llegar a ser una realidad (y posiblemente llegue a serlo). En tal caso tienes que tenerlo en cuenta para tu historia porque las relaciones entre personas y entorno no volverán a ser las mismas y tú serás el encargado de decidir cómo afecta eso a la trama (y realmente, como no sabemos todavía cómo se va a acabar desarrollando, tienes una libertad enorme).
Por otro lado, la psicoquinesia como tal da mucho juego. ¿Qué pasaría si en una sociedad solo unos pocos pudieran permitírselo y crearan un mundo a su medida sin tener en cuenta a los demás?¿Has pensado alguna vez lo vulnerables que seríamos con un chip en el cerebro? Podríamos estar continuamente vigilados, y a saber qué más si cayera en las manos equivocadas.
Si además lo combinas con otros elementos propios de la ciencia ficción, como la inteligencia artificial, puedes crear un cóctel explosivo (o que suba mucho, eso como veas). Por ejemplo, un día, esos robots avatares nuestros que controlamos con la mente deciden que pasan de limpiar y se levantan en armas contra nosotros. Esto está muy visto, sí, pero también podría ocurrírseles controlarnos ellos a nosotros. O también podría controlarnos un grupo de humanos pinzaos de la cabeza. O extraterrestres. O lo que os dé la gana, leches, que para algo es vuestra historia.
Una cuestión de tiempo...
Antes de seguir quiero que penséis una cosa. Seguramente muchos ya lo hayáis pensado durante la lectura del artículo, pero otros muchos estaréis diciendo "vale pero ¿eso cuándo?¿Antes o después de los viajes en el tiempo?"
Si os habéis fijado, al contrario que en la entrada sobre viajes temporales, aquí no menciono absolutamente nada que rompa las leyes de la física. Aquí hablamos de cosas que no solo son posibles, sino que están ya en proceso. Es cuestión de tiempo que los tengamos en las tiendas (bueno, al menos en algunas, que luego puede que no cuajen entre los consumidores).
¿De cuánto tiempo? Es díficil definirlo. Por un lado, se trata de una tecnología bastante compleja que sigue en pañales. Pero por otro, es imposible no maravillarse ante todos los avances que han tenido lugar en las últimas décadas. Hablad con vuestros abuelos o incluso padres. ¿Quién podía predecir la existencia de WhatsApp?¿Quién habría dicho hace treinta años que ya no hace falta entregar los trabajos impresos?¿Que una aplicación nos diría en cuestión de milisegundos como llegar a los sitios?
Una persona cualquiera habría dicho que todo esto que nosotros percibimos ahora como normal es pura magia. Y en cierto modo, lo es, pero no nos damos cuenta. Así que lo que ahora nos parece a nosotros fantasía bien podría ser lo normal en un futuro (no tan lejano).
Sin embargo, todo esto que parece tan precioso tiene una limitación. La Ley de Moore* (si antes os ha dado pereza bajar para ver lo que es, hacedlo ahora que está más cerca) se cumple porque cada vez podemos crear transistores más pequeños. Donde antes cabía uno, ahora caben cuatro y así sucesivamente. Pero los chips y en general todos nuestros materiales están formados por átomos, así que la fuente de la felicidad se secará cuando encontremos el mínimo tamaño posible. De momento, el chip de un Pentium tiene una capa de unos 20 átomos de grosor, y posiblemente se encuentre la manera de reducirlo algo más, pero el límite lo ponen las leyes de la física. Aún así, queda claro que la Ley de Moore no va a ser válida infinitamente. En algún momento, sin saber cómo ni cuando, se desplomará y entonces los avances tecnológicos se desarrollarán de otra forma.
Por tanto, no podemos saber cuándo tendremos psicoquinesia para todos porque, en primer lugar no sabemos si la Ley de Moore se desplomará antes o después de que se acabe de desarrollar (yo apuesto que antes) ni tampoco cómo afectará su desplome. De momento, eso es cosa vuestra, escritores.
De vuelta a la escala de civilizaciones de Kardashov
Y ahora sí que sí, para terminar, os voy a plantear algo que a mí me parece fascinante. Estoy casi 100% segura de que la psicoquinesis estará operativa antes de que lleguemos a ser una civilización de Tipo I. Esto quiere decir que si una simple civilización de Tipo 0 es capaz de hacer este tipo de magia (para nosotros), una civilización de Tipo II o incluso de Tipo I deben haberla desarrollado hasta límites insospechados. Ya no serían las puertas de los coches o la televisión, podría serlo todo. Podría llegar mucho más lejos de lo que imaginamos (y eso por no ponernos a especular de las de Tipo III, IV y V).
Así que bueno, creo que os he dado material más que de sobras para que os pongáis futuristas y experimentéis con la telequinesis. Ahora es vuestro turno. Sed magos, porque queréis y podéis. Y porque no es magia, es ciencia.
*La Ley de Moore enuncia que la potencia de un ordenador se duplica cada 18 meses y hasta ahora, se ha estado cumpliendo rigurosamente.
Espero que la entrada os haya resultado útil, o como mínimo interesante. Si os ha gustado no olvidéis dejar un comentario y compartir por las redes, que ya sabéis que me hace mucha ilusión. ¡Hasta el próximo domingo! :D
PD. Quiero escribir más artículos de tema futurista. De primeras estoy pensando en la inteligencia artificial y en la nanotecnología. Si hay algo que queréis que investigue, sentíos libres de sugerirlo.
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